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La revista PANÁFRICA estuvo presente en la Cumbre África-Unión Europea de Trípoli

diciembre 18, 2010
Noticias

Una vez más, acercamos al público de www.guineaecuatorialpress.com el editorial del nuevo número de la revista africana de información política, económica y desarrollo PANAFRICA (número 13). En esta ocasión su director-editor Cándido Ondo Nchama reflexiona acerca del ejercicio de cinismo e hipocresía que se practica entre aquellos que sólo defienden exclusivamente con palabrería los problemas del mundo ajeno, sin pararse a mirar los suyos. Pero además, la revista PANÁFRICA ofrece un reportaje exclusivo sobre la Cumbre África-Unión Europa celebrada recientemente en Trípoli, y nos muestra, como siempre, una selección de interesantes reportajes en español, inglés y francés.

El más que probable ocaso de los predicamentos doctrinarios

Ni falta hace que se sea una lumbrera para percatarse del considerable trecho que existe entre lo que algunos predican, con cierta vehemencia por cierto, y la praxis de sus actos en relación a asuntos que, por su seriedad e importancia, exigen gran colaboración material de todos por cuanto que afectan a la pura existencia de las gentes. 

A casi nadie se le escapa lo evidente que es que los que habitualmente censuran, un día sí y otro también, a todo aquel cuya expresión oral o modo de actuar difieren de la particular forma de pensar de éstos, acostumbran ser ellos los que poco o nada aportan en favor de los que más padecen y sufren. Como si los problemas de las gentes fueran a solventarse con sólo esbozar desde la distancia un insultante e insulso voluntarismo que en nada tiene que ver con lo que es la vida real de cada día.

Es un ejercicio de cinismo manifiesto rociado con cierta dosis de crueldad capaz de propiciar que los que realmente quieran contribuir se distraigan con el sermoneo trasnochado de aquellos que se creen con derecho a fustigar a no importa quién desde la atalaya de sus propios criterios personales o comunitarios.

Predicar sin el ejemplo siempre fue algo escandalosamente feo; pero impedir que aquellos que, si bien parcos en palabras pero sí pródigos en generosidad hacia los demás lo hagan sin afán alguno de lucro, es el peor de los males por cuanto que conlleva una actitud de irresponsabilidad que hace que la supervivencia de muchísimos dependa de las valoraciones partidistas de unos pocos: ¡Una grandísima lástima! 

Por lo tanto, no deja de ser una insensatez pretender convencer al respetable con que la solución a los problemas de los pobres se encuentra en fatuos discursos con florituras literarias o ideológicas de aquellos que se empeñan en  diseñar un catálogo de normas de conducta al resto de los mortales. Sobre todo, cuando ha quedado claro que una inmensa mayoría de ellos se mueven en las antípodas del realismo que es una constante en las vidas de los más desfavorecidos del planeta. Razón por la cual ellos se contentan con esgrimir conceptos etéreos que nada tienen que ver con los hechos sobre los que aluden en sus discursos.

De ahí que conceptos tales como democracia, respeto de los derechos humanos, igualdad y similares son manejados por algunos con demasiada ligereza y superficialidad mientras que éstos sólo tienen su razón de ser cuando su aplicabilidad práctica repercute directamente en el bienestar material de los individuos humanos.  

A aquellos que nos tienen demasiado acostumbrados a tantas lecciones de ética y de moral ante cualquier situación, sepan que había que empezar por establecer los mecanismos que aseguren el bienestar material de las personas antes de proceder a los pronunciamientos desde los púlpitos para decir lo que es o no justo. Pues de este modo se aseguraría que sus consejos al respecto son escuchados por alguien. Lo contrario, que no garantice el bienestar físico y material de los que nada poseen, sencillamente está condenado al fracaso más estrepitoso. 

Fomentar el diálogo sereno y respetuoso, como medio para escuchar al otro interlocutor, es el principio democrático más esencial del que muchos de aquellos que siempre reservan una mala palabra o un ‘cariñoso’ insulto para el contrario hacen caso omiso con demasiada frecuencia. 

Pienso que los conceptos ideológicos sobre el papel o en la boca de cualquier orador más o menos brillante son un sin sentido como no vayan acompañados de la praxis en forma de una aportación material para aliviar la desazón de los desheredados.

Problemas tales como el hambre, la enfermedad, la soledad, entre otros muchos, sólo encuentran solución y sosiego para aquellos que los padecen, en hechos palpables y no en mera palabrería jalonada de huecos mensajes mesiánicos. De ahí que tanto aquel mendigo hambriento y enfermo en pleno centro de High Park de Londres, capital del Reino Unido (cuna de la democracia), como ese otro en la barriada más desdichada de una ciudad cualquiera de un país del tercer mundo, ambos dos pasan de alegaciones grandilocuentes que en absoluto solucionan sus problemas de cada día. 

Por más que quieran convencernos de lo contrario, muchos jamás nos dejaremos engatusar por tal falacia, pues como suele decirse: “La verdad es la verdad, dígalo Agamenón o su porquero”. 

Cándido Ondo Nchama

Director-Editor de PANÁFRICA 

Oficina de Información y Prensa de Guinea Ecuatorial.