África y el COVID-19: cuestión de fondo
Reproducimos el texto completo del artículo de opinión firmado por Cándido Ondo y publicado por la Revista Panáfrica.
En estos momentos convulsos y de gran zozobra e incertidumbre respecto de la estabilidad a escala planetaria, para África sólo pudiera haber algo peor que el Coronavirus-19: La caída a plomo de su incipiente economía como consecuencia directa de la destrucción sistemática de su tejido productivo, a día de ayer en ebullición y en claro crecimiento, que a todas luces se antojaba prometedor y elogioso hasta para aquellos en este sentido tan esquivos y reticentes de toda la vida.
La inoportuna aparición ahora del patógeno de naturaleza foránea, pudiera denotar un frenazo en seco a las perspectivas económicas en África, y lo que pudiera implicar su inevitable retroceso hacia la dependencia de nuevo endémica del mundillo exterior. En el peor de los casos, hasta puede que en estos mismos instantes estuviera planeando sobre el continente negro, como nunca antes en ningún momento de la historia, el espectro de la implantación inmisericorde de las tácticas tremebundas del neocolonialismo más recalcitrante.
Lo dicho se derivaría evidentemente de la falta absoluta de recursos humanos autóctonos, en estos momentos por razones de fuerza mayor ‘enclaustrados’ en sus hogares, entre las mazmorras de una cuarentena asfixiante. Una coyuntura en la que resulta harto difícil realizar actividad alguna remuneradora, que a corto y mediano plazo pudiese garantizar tanto la viabilidad como la solvencia de las economías africanas, una vez, quién sabe cuándo, que remita la virulencia de la pandemia.
Ante un panorama un tanto atípico como desolador, da que pensar al rememorar aquellas palabras pronunciadas por David Rockefeller (1915-2017), en 1994 en Nueva York, ante un grupo de embajadores en la ONU. El ya entonces casi octogenario magnate estadounidense, ni corto ni perezoso, en su alocución de turno esbozó perlitas como las siguientes: “Todo lo que necesitamos es una gran crisis y las naciones aceptarán el Nuevo Orden Mundial”.
¿Ensoñaciones ocasionales de un multibillonario excéntrico demasiado acostumbrado a los desafíos en los entresijos del mundillo de las finanzas, la política y similares, o sencillamente casualidades de las tantas que nos depara este mundo a veces cruel e imprevisible?... Puede que nunca lleguemos a saberlo en su justa medida. Sin embargo, la rabiosa actualidad nos brinda un escenario, poco más de un cuarto de siglo después de susodicha alocución, y en el que, justo al término de la segunda década del siglo XXI, henos aquí enfrentándonos a una crisis galopante cuyo impacto en los seres humanos y su entorno natural a corto y mediano plazo,continúa despertando múltiples susceptibilidades y hoy por hoy nadie parece tener la panacea para su solución definitiva.
Desafío nada desdeñable para África y sus circunstancias, desde luego. A los africanos de toda clase y condición nos espera una tarea ardua y compleja a la que habrá que afrontar al margen de las ideologías políticas o credos religiosos de cada quién, con aportaciones sólidas y generosas, con miras a asumir el papel de dueños y señores de nuestro propio destino con voz propia, y no meros convidados de piedra en medio de la vorágine de la aldea global como antaño.
Las lucubraciones tóxicas, simiente de odios y genocidios tristemente recurrentes en nuestro entorno más próximo, a fecha de hoy, solo han desembocado en aquello de “a río revuelto ganancia de pescadores”. Y el esfuerzo formidable que supondrá recuperarse de los efectos económicos de la coyuntura actual, mucho más devastadores y duraderos que los puramente sanitarios, demanda la aportación del grano de arena de todos y cada uno de los africanos, en la medida en que más que nunca pudieran estar en serio riesgo la soberanía y la independencia tanto política como económica de África.
Especial mención y sonoro reconocimiento merecen los esfuerzos del Gobierno de Guinea Ecuatorial quien, a través del Comité de Crisis para el COVID-19, con la puesta en marcha de hospitales acondicionados para esta crisis en el país, está librando una lucha titánica, transparente y eficaz contra la pandemia del COVID-19.
En Guinea Ecuatorial se ha impartido formación al personal de limpieza sobre las medidas adecuadas para hacer frente al COVID-19. Dentro del proyecto de Profesionalización de Auxiliares de Enfermería (PAE), en colaboración con el Ministerio de Salud y Bienestar Público ecuatoguineano, financiado por Marathon Oil, se han mejorado las capacidades técnico-científicas del personal sanitario y abordado el tema de las mascarillas como medida de prevención.
Actualmente, Guinea Ecuatorial, en África Central, es uno de los países africanos con menor número de infectados, todo gracias a las acertadas medidas tomadas por el Gobierno de la nación en este sentido.
El Laboratorio de Investigaciones de Baney, pieza clave para la contención del COVID-19 en Guinea Ecuatorial, con capacidad de más de 80 análisis de altísima fiabilidad por día, se encuentra ubicado en la localidad del mismo nombre en la isla de Bioko, a una veintena de kilómetros de la capital ecuatoguineana, Malabo.
El Laboratorio de Investigaciones de Baney, que además cuenta con el apoyo del Instituto Suizo de Medicina Tropical, actualmente cuenta con la certificación de control de calidad en la detección del COVID-19 otorgado recientemente por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Texto: Cándido Ondo (Revista Panáfrica)
Oficina de Información y Prensa de Guinea Ecuatorial
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